El Post

Un especial de Catalina Gómez

Subestimar el poder de una empanada es como menospreciar las capacidades de una persona para salir adelante y triunfar en la vida.

Fue en 1996 cuando llegó a Santa Marta una de las mejores variedades de fritos. Desde entonces, son tan buenos que, en cada mordisco, subes al cielo y tocas las esponjosas nubes.

Los fritos llegaron de la mano de un personaje que se ha caracterizado por su gran sazón en este plato típico de la Costa Caribe: Sandro Nova, hoy conocido como ‘Sandro Diomedes’ por su gusto con las canciones que interpretara en vida ‘el Cacique de La Junta’ Diomedes Díaz.

Por aquel entonces, Sandro tendría aproximadamente veinticuatro años. Llegó proveniente de Bucaramanga, donde la comida típica ofrece hormigas culonas, mute santandereano y carne oreada; pero no fritos. Esto no le quita la magia a sus manos para preparar este plato caribeño.

La primera historia

El primer punto estratégico de ‘Sandro Diomedes’ para exhibir la vitrina con sus fritos fue la parte externa de la antigua clínica SaludCoop, por allá en el año 1997. Y cómo no sería un gran lugar para vender empanadas, patacones, arepas, deditos y jugos; si cada persona que salía o entraba al centro médico recibía dos ‘cachetadas’ de ese olor tan sensacional que, seguramente, recuperaba a los enfermos.

La Clínica de SaludCoop quedaba frente a la entrada principal del Hosipital Julio Méndez Barreneche.

Para 1999, cuando sus fritos comenzaban a convertirse en insignia afuera de la clínica, Sandro tuvo que cambiar el lugar de venta. Todo porque sus ayudantes no eran honestos y venían generando vacíos en las ganancias. Aunque era un buen punto de ventas, era el momento de cambiar.

Esto fue un paso hacia atrás, pero para coger impulso. Sandro Nova tomó más fuerza y salió adelante. En el año 2000, sus ganas de superarse le hicieron tomar la decisión de validar sus estudios de primaria y bachillerato en CETECOS para posteriormente ingresar a la Universidad del Magdalena y estudiar Administración de Empresas.

Sandro cursó cinco semestres de Administración de Empresas.

Un nuevo comienzo

En medio de la carrera, para el 2002, Sandro abrió un nuevo punto de fritos en las afueras de la Universidad del Magdalena, dedicándose a estudiar y trabajar. Sin embargo, estando en quinto semestre, en el 2004, dejó los estudios para apersonarse del negocio, debido a que, una vez más, los empleados le estaban robando.

No podía volver a caer. No se lo permitió. ‘Sandro Diomedes’, le puso empeño cada día para que su negocio prosperara. Cada mañana, desde las 5:30 A.M., Sandro sacaba su mesa y su vitrina repleta de empanadas, papas rellenas, deditos de queso, arepas, patacones y un termo con jugo de naranja para que los estudiantes, docentes y transeúntes comenzaran su día comiendo ‘las delicias de Sandro’.

Es que, con esos poderosos fritos, cualquiera empieza su día de la mejor manera, ¿y por qué no? hasta con más inteligencia para darla toda en los estudios.

Poco a poco, Sandro logró organizarse con su negocio. De exhibir sus productos en una mesa, pasó a tener un carrito con su vitrina y respectiva carpa.

Nació para servir

Desde que inició con la venta de fritos fuera de la ‘Unimag’, siempre se ha apropiado del famoso lema: ‘El que no vive para servir, no sirve para vivir’. Y es que Sandro se caracteriza por tener el don de ayudar a las personas sin esperar nada a cambio, simplemente hace parte de su forma de ser.

Sandro es consciente de que muchos estudiantes de esa universidad no siempre les alcanza el tiempo para desayunar en sus casas cuando tienen clases a las 6:00 a.m. y que, en muchos casos, no tienen dinero ni siquiera para comprar, por lo que en medio de un noble gesto les regala un frito de su preferencia, permitiéndole empezar el día de la mejor manera. No es lo mismo estudiar o trabajar con la barriga llena que con la barriga vacía.

Gracias a su empeño y ganas de comerse el mundo, la venta de fritos le ha permitido ayudar a muchas personas, generar empleo, tener una mejor vida y comprarse una casa. Aunque está rodeado de la ‘competencia’, pues hay varios locales que también venden estos productos, ninguno se compara con los fritos de Sandro, los que él mismo dice que tienen un toque especial.

Cualquiera que prueba por primera vez alguno de los fritos de Sandro, queda encantado y con ganas de regresar -incluso yo-. Las cosas se hacen con ganas y pasión siempre tendrán buenos resultados.

El poder se comparte

Hoy en día, Sandro tiene una estrategia de markketing ganadora: los famosos combos de $2.000, integrados por un jugo y un frito. Es el más gustado y comprado por parte del estudiantado y todo el que pasa, debido a que además de ser económico, es rico y te deja tan lleno como una ballena. Incluso, en medio de lema que lo caracteriza, ‘Sandro Diomedes’ ha aceptado hasta $1.500 por este combo que, en ocasiones, regala a los más necesitados.

Actualmente, -y así lo demuestra- Sandro se siente feliz y completo en los diferentes aspectos de su vida. Es constante en su negocio, trabaja diariamente para seguir progresando, brindar un mejor servicio y que los clientes siempre se vayan satisfechos. Cuenta con más de cuatro empleados y desde hace dos años mantiene una relación con una mujer que lo motiva a no rendirse.

Contra todo pronóstico y el respaldo del estudiantado y los vecinos, Sandro Diomedes sigue prosperando.

Diariamente recibe mensajes de apoyo y ayudas por parte de los egresados de la Universidad del Magdalena, a quien en más de una ocasión les brindó un consejo o un combo.

Todo producto de los fritos que llegaron hace 26 años a Santa Marta. Unos fritos que transforman vidas y tienen una historia de superación con rostro contento y música de Diomedes Díaz de fondo. Nunca subestimes el poder de un frito, no sabrás si será lo único que tendrás en el estómago durante el día o si será lo que te dará el sustento para salir adelante y ayudar a más personas.